¡Lo logré! ¡Alcancé la séptima entrada en este blog y aquí estoy compartiendo el post número ocho! ¡Yuuujuu! Parafraseando un poco, siento que superé algo así como la comezón del séptimo artículo. Jijijijiji.
Crear y alimentar cada jueves esta ciberbitácora ha sido un auténtico desafío sobre todo por la escasez de tiempo entre una cosa y otra. Muchos pensarán que me conformo con poco o peor aún, que me siento satisfecha por algo intrascendente. Pero para mí tiene un doble significado: celebrar un pequeño logro (una sana costumbre que solemos olvidar con facilidad en medio de las exigencias diarias) y, sobre todo, sentir que sigo adelante hacia el descubrimiento y uso de mi propia voz. En más de una década de ejercicio profesional siempre escribí por y para algo/alguien más; en cambio aquí lo estoy haciendo con libertad total, abordando los temas que quiero y como quiero. ¡Disfrutándolo!
Y precisamente mientras pensaba en estas cosas, comencé a reflexionar sobre lo difícil que resulta a veces sentirse inspirado para escribir textos de trabajo. Con reuniones, llamadas y muchas actividades de por medio es un auténtico lujo tener un par de horas para redactar una memoria de labores, el guión para el próximo video institucional, el discurso del Gerente General o los nuevos contenidos del sitio web.
Como comunicadores, publicistas, relacionistas públicos o jefes de mercadeo sabemos que no se trata sólo de ensamblar palabras una tras otra; es conceptualizar, conectar ideas para vender, persuadir, entretener, generar conversaciones… y ese proceso no es tan simple ni fluido como parece.
A continuación comparto varios trucos que me resultan muy útiles para inspirar mi trabajo creativo. Algunos pueden ser un poco difíciles de practicar durante un horario normal de oficina, pero aquí se los dejo todos:
1) Escuchar música: En lo personal la música no me desconcentra. Al contrario, si por unos minutos presto atención a las letras de las canciones de repente la iluminación llega. La clave está en identificar el tipo de melodías que desencadenan la inspiración para tenerlas a la mano.
2) Una ducha con agua fresquecita: Ojo que no me refiero a un baño de media hora o más, sobre todo en el caso de las mujeres. Sino a unos cinco deliciosos minutos debajo de la regadera para escurrir el ruido mental y las tensiones.
3) Buscar más y más información: Con frecuencia realmente no sabemos qué escribir porque no tenemos suficientes datos. Así que lo mejor es hacer una pausa para volver a revisar las anotaciones, navegar un poco por Internet y seguir la pista de información adicional lo más que podamos; o simplemente llamar por teléfono al cliente o al compañero que está requiriendo los textos para platicar un poco más al respecto.
4) Ser consciente que la fecha u hora de entrega está muy cerca: ¡No hay nada como las electrizantes carreras contra el tiempo para que las soluciones fluyan! Sin embargo, a mí no me gusta dejar nada para el último minuto así que, con un ojo puesto en el deadline real, prefiero fijarme mis propios plazos que me obligo a cumplir.
5) Un brainstorming informal: Lo llamo así pero en realidad se trata de una serie de conversaciones casuales con personas cercanas, cuidando la confidencialidad claro. Expresar las dudas, hallazgos o ideas preliminares en voz alta con otros totalmente ajenos al tema siempre me funciona. ¡Mi esposo es genial ayudándome en estas lides!
6) Una bebida: Un frozen mochaccino, un vinito blanco, una Coca Cola con mucho hielo, un chocolate caliente… ¡Qué rico! En mi caso el sentido del gusto bien “hidratado” despierta a los demás y los pone a trabajar.
7) Leer: Un revista, poesía (¡para los slogans me funciona muchísimo!), lo último en Facebook… cualquier cosa vale, el secreto creo que está en tratar de relacionar lo que uno lee con el texto en desarrollo para así encontrar nuevas luces y seguir escribiendo.
8) Cambiar de actividad: Y cuando la página en blanco se resiste a alojar palabras y mensajes pues lo que queda es dejarlo por la paz… por lo menos durante un rato. Caminar, ver una película o cocinar siempre oxigenan mis neuronas.
Ahhhh, y antes de dejarse llevar por la emoción del trabajo completado, un último tip es dejar los textos en reposo unas 24 horas para asegurarnos que todo está correcto ya con la mente despejada y los ojos frescos.