El pasado 12 de septiembre cumplí 2 años de ser emprendedora y realmente me siento muy bien; y sobre todo muy agradecida por todo lo que he vivido y aprendido en tan poco tiempo.
Tengo que reconocer que me arrepiento de no haber creado la Trastienda antes, mucho antes. Me hubiera gustado hacerlo tal vez unos 8 años atrás… siempre he sido de acción retardada. ¡Pero eso no tiene importancia! Ahora ya tengo otra experiencia que compartirle a mi hijo cuando sea grande.
Sin titubear puedo asegurarle que lo que MÁS MÁS MÁS valoro son tres cosas:
1) Organizar mi agenda con gran libertad y flexibilidad porque, simultáneamente, alterno mi rol de copywriter con el de mamá, financiera, contadora, cocinera y muchos otros más; aun cuando eso signifique que el horario de trabajo a veces se traslade a muy tarde en la noche o la madrugada.
2) ¡Poder dedicarme a escribir y leer! Junto a ver películas esos siempre fueron mis hobbies preferidos y en esta era del marketing de atracción ¡puedo vivir de ellos! Aunque aún estamos lejos de lo que ocurre en Estados Unidos o Europa, donde ya se dedica entre un 50% y 60% del presupuesto de marketing para generar contenido, ¡sé que hacia allá vamos!
3) Ser más tolerante con mis propios errores. Creo que uno de las grandes lecciones aprendidas de estos dos años (¡pero aún no lo domino del todo!) ha sido reconocer que aspirar a la excelencia es más mucho más práctico y rentable que pretender la perfección. Definitivamente, arriesgarme y equivocarme son pasos en el camino correcto porque significan que estoy aprovechando las oportunidades que me acercan a conseguir lo que quiero.
Ahora déjeme contarle lo que no me gusta. Y si lo digo en voz alta es solo para dirigirme a todos los que están inmersos en el boom de emprendedurismo que se vive en El Salvador, a fin de que no se ofusquen ni se estresen por lo mismo que yo.
En primer lugar, mucho piensas que si trabajas por tu cuenta automáticamente tienes más tiempo libre. ¡Totalmente falso! Hacer que un negocio funcione, cuando solo depende de ti, requiere trabajo duro, muy duro. Así que, aunque suene choteado, lo mejor es disfrutar cada actividad mientras ocurre: una reunión de trabajo, arreglar el interminable papeleo administrativo, conceptualizar el guión de un video, hacer la compra en el supermercado o pasear en el parque con un hombrecito que quiere recoger todas las piedritas que encuentra a su paso. ¡El trabajo nunca va estar completamente terminado!, así que solo queda sacarle todo el jugo a cada momento.
Por otro lado, aunque mi pequeño imperio crece un poquito más cada día, sigue siendo un negocio unipersonal; así que hay ocasiones en las que extraño la convivencia con otros colegas. Sobre todo en los momentos de éxito o de nuevos retos. Pero el apoyo de mi esposo, mi familia y amigos me hacen sentir bien acompañada. Así que les recomiendo no hacerse los fuertes y aprovechar esas “fuentes” de pensamiento lateral en su día a día.
Finalmente, el tercer aspecto que más me ha costado aceptar como emprendedora es lo complicado que resulta invertir tiempo y talento en lo propio: mejoras en mi sitio web (que espero completar antes de que termine el año), actualizar con más frecuencia este blog y muchas otras cosas más que relego mientras me concentro en atender a los clientes. Lo que sí he logrado, y me siento muy orgullosa de ello, es apostarle a mi formación continua y les recomiendo lo mismo. Hoy más que nunca, y en todos los campos de acción, sobrevive no el más fuerte ni el más inteligente, sino el que se adapta más rápido; y eso pasa indudablemente por nunca cansarse de aprender.
¡Gracias de corazón a todos los que han hecho posibles estos dos años de mucho trabajo de copywriting y generación de contenidos!